
En bicicleta hacia la felicidad: pedaleando por encima de las nubes, en busca de la felicidad
Conocimos a Omar Di Felice, ultraciclista y embajador de Ferrino, tras finalizar su última aventura: la Transhimalaya Invernal. En 22 días, Omar recorrió más de 3.000 km y 50.000 metros de desnivel a través de India, Bután, Nepal y el Tíbet, pedaleando entre puertos de más de 5.000 metros y temperaturas gélidas. Un viaje no solo físico, sino también espiritual y simbólico, parte del proyecto «En Bicicleta hacia la Felicidad – Camino a 1,5 °C», cuyo objetivo es concienciar sobre la emergencia climática y la importancia de la felicidad sostenible.
El Himalaya es un lugar que conoces muy bien y en el que ya has estado: ¿qué te hizo querer volver a estos lugares?
El Himalaya siempre ha ocupado un lugar especial en mi corazón. Tras cruzar el Alto Mustang, ascender a Thorung La y recorrer el sendero del Annapurna hasta el campamento base del Everest, sentí el deseo de revivir esas emociones. Esta vez, sin embargo, quería combinar la aventura con el descubrimiento cultural, cruzando países como Bután y el Tíbet, para redescubrir la humanidad y la hospitalidad que caracterizan estas tierras.
¿Cuál fue el momento más difícil del viaje?
Las dificultades eran tanto logísticas como físicas. Desde un punto de vista logístico, cruzar fronteras terrestres entre países con burocracias complejas era todo un reto. Por ejemplo, entre India y Nepal pasé una tarde entera en la aduana, y entre Nepal y China corrí el riesgo de quedarme atrapado por falta de un sello. Físicamente, entrar en el Tíbet fue duro: poder permanecer en el país por un tiempo limitado me obligó a planificar las etapas con precisión, sin poder hacer cambios ni retrasos en el horario. Así, en 24 horas me encontré subiendo de 1500 a más de 4000 metros de altitud, sin el tiempo necesario para aclimatarme, lidiando con dolores de cabeza e insomnio.
¿Qué país te impresionó más?
Sin duda, Bután. Es un país donde la felicidad nacional bruta no es solo un eslogan, sino una realidad tangible. Su población vive en armonía con la naturaleza, manteniendo vivas sus tradiciones y demostrando una profunda humanidad. Es un ejemplo de cómo se puede vivir bien respetando el medio ambiente y las raíces.
Bután como punto de partida de su viaje hacia el Índice de Felicidad Nacional Bruta: ¿Cuál es el mensaje detrás de su aventura ciclista?
Bután, con su Índice de Felicidad Nacional Bruta, representa un modelo de sociedad que prioriza el bienestar de las personas y el medio ambiente. Con esta iniciativa, quise demostrar que es posible vivir en conexión con la naturaleza sin renunciar a las comodidades modernas. Es una invitación a reflexionar sobre cómo podemos adoptar un estilo de vida más sostenible y consciente.
Tus viajes son de mucha altitud y muchos kilómetros, pero sin duda el contacto humano nunca falta. ¿Cómo era la gente que conociste en las distintas etapas? ¿Hubo algún encuentro en particular que quisieras contar?
El contacto humano es uno de los aspectos más hermosos de mis viajes. En todos los países encontré bienvenida y amabilidad. Sin embargo, en el Tíbet percibí cierta desconfianza: la gente se resistía a hablar, probablemente por miedo a las autoridades. Fue doloroso ver cómo una cultura tan rica era parcialmente sofocada.
¿Qué consejo le darías a alguien que quiera realizar un viaje similar?
La preparación y la adaptabilidad son clave. Nepal e India son más accesibles para viajeros independientes, mientras que Bután y el Tíbet requieren permisos especiales y, a menudo, el acompañamiento de guías. Es importante estar bien informado, respetar las culturas locales y estar preparado para afrontar imprevistos, tanto logísticos como climáticos.
Si tuvieras que describir tu viaje con tres adjetivos, ¿cuáles usarías?
Silencioso : porque pasé muchas horas inmerso en la naturaleza, lejos del caos.
Acogida : por la hospitalidad y amabilidad encontrada a lo largo del camino.
Empinado : por las subidas y altitudes desafiantes que enfrenté.